lunes, 14 de septiembre de 2015

CARRITOS DE PLOMO

RECUERDOS DE LA INFANCIA
PROBABLEMENTE ENTRE LOS DOS O TRES AÑOS DE EDAD
1982 - 1983


Llega a mi mente una imagen muy clara, los barrotes blancos de una cuna, la primer visión de mi recuerdo. Volteo mi cara y trato de ver más allá de los mismos. Intento hurgar en mi mente y solo veo una luz al frente. La habitación donde me encuentro es oscura, por lo cual aquél brillo se hace más intenso. Escucho murmullos, voces cuyo significado aun no puedo comprender. Me siento cómodo, tibio, seguro. Pero todo cambia. 

Una sombra cubre aquel brillo, la habitación se torna aun más oscura. Aquella luz por un momento desaparece. Esa tranquilidad y comodidad en la que me encontraba se ve afectada. Algo me toma y me levanta. Ahora lo se, son unas manos fuertes, robustas. 

Ahora mi visión cambia, la luz inunda la habitación y puedo verlo, ver ese rostro familiar, oscuro, con algo extraño en el rostro que nadie más tiene, me acerca a él y su contacto me pica, me cosquillea. No se porque pero río, me siento feliz, seguro, ya no extraño esa comodidad anterior, aquella tranquilidad de la cuna. Al contrario, siento sus brazos acunarme y soy feliz, lo se. No quisiera que terminara ese contacto, mis ojos se cierran y el deseo de dormir viene a mi, lo se, en esos brazos no sentía miedo de cerrar los ojos. 

Pero no me lo permiten, poco a poco me alejan de ese abrazo y no lo quiero, quiero que continúe. Esas cobijas no se comparan, los barrotes regresan a mi visión y el sentimiento que me embarga es extraño. ¿Dolor?, ¿tristeza?, aun no lo se, no conozco el nombre de esta sensación, soy un bebe que apenas empieza a aprender, a sentir. Mi respiración se hace más rápida, mi cuerpo reacciona y pelea, quiero de nuevo esos brazos, no quiero la cuna, deseo quejarme y lo hago, ¡le grito que quiero seguir en sus brazos!. Pero no me entiende. 

Me cubre de nuevo, siento el calor de su mano tocar mi frente. Algo me dice, pero no entiendo sus palabras todavía. 

Nuestros ojos hacen contacto y hasta ese momento soy consciente de ello, ahora lo entiendo todo. Al ver su rostro comprendo por fin que era lo que yo sentía rodar por mis mejillas, es un líquido, sin color, que sale de nuestros ojos, ambos lo tenemos, pero debajo de esos ojos veo luz, brillo que sale de su boca, ¿una sonrisa?. Sí, lo es.

Noto un movimiento, aquella mano que hacía unos instantes me levantaba y tocaba mi frente ahora vuelve a cambiar de lugar y mi llanto se detiene. ¿Esperanza?, ¿así se le llama?. Parece que sí, esperanza de que se acerque de nuevo a mi y me vuelva a acunar en sus brazos. 

Pero no, el destino de ese movimiento es otro, algo busca en su ropa y parece ser que lo encuentra, aquellos destellos de luz vuelven a su boca, está sonriendo. El brillo, la luz de una sonrisa. 

Una caja de madera oscura, se acerca a mi rostro y lentamente se abre para mostrar su interior. Cuatro pequeños objetos de colores, fríos, pesados. Aquella mano los pone uno a uno en mis pequeñas manos y su contacto me hace sonreír de nuevo. La felicidad regresa a mi, porque la suya me contagió. Su rostro denota que me ha descubierto, que sabe lo que siento, que se da cuenta que estoy feliz y agradecido con él. Se acerca de nuevo y siento aquél cosquilleo en la frente. ¿Un beso?, Sí, un beso lleno de amor, fe y esperanza, limpio y verdadero, sin los miedos que sentía en otras ocasiones, de otras personas. Y no tengo más que decirle, solo puedo reír y jugar.

No lo comprendí en ese momento, vaya, era lógico. ¿Qué podía saber yo a esa edad?

Como saber que ese día recibí mis primeros carritos de plomo.  

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